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Qué hay detrás de los iconos y ritos navideños

¿Desde cuándo los Reyes Magos son tres, Baltasar es negro, Papá Noel viste de rojo y la mula y el buey acompañan el nacimiento de Jesús? Son muchas las tradiciones navideñas que todos conocemos, celebramos y repetimos cada año, pero… ¿siempre han sido así?

En estas fiestas se cruzan la Historia y la leyenda, la religión y el paganismo… Si a todo esto se le suma que no hay muchos testimonios escritos sobre tradiciones tan arraigadas como antiguas, el resultado es que, cuando se empieza a rastrear su origen, abundan las contradicciones y los símbolos sin base histórica:

Papá Noel y la Coca-Cola

Papá Noel es una de las figuras más famosas de la Navidad, pero lo que muchos no saben es que no siempre tuvo el aspecto de un anciano bonachón vestido de rojo. Los más escépticos con estas fechas culpan a Coca-Cola y creen que su vestimenta surgió de un invento publicitario de la marca. Pero, ¿cuál es su verdadera historia?

Sus orígenes se remontan al siglo IV, con San Nicolás de Bari. Este santo fue obispo de Mira, en la actual Turquía, y la tradición cuenta que defendió la reputación de tres doncellas, a las que concedió dotes para que pudieran contraer matrimonio: durante la noche, arrojó tres bolsitas con monedas de oro en el interior de su casa. También se dice que devolvió la vida a tres niños, a quienes un malvado carnicero había asesinado y puesto en salazón. Así, se convirtió en protector de la infancia y, en su celebración, se comenzó a dar regalos a los niños.

Según explica Fermín Labarga, profesor del Departamento de Teología Histórica de la Iglesia de la Universidad de Navarra, el origen de la figura actual de Papá Noel se remonta a 1809, cuando el escritor estadounidense Washington Irving escribió la sátira «Historia de Nueva York», en la que aparece, como tradición de origen holandés, la figura de un San Nicolás que deja regalos a los niños en los calcetines colgados junto a la chimenea.

En 1823, el poeta Clement Clarke Moore publicó un cuento llamado «Una visita de San Nicolás», donde reelaboró el personaje de Irving. E, inspirado en él, el dibujante sueco Thomas Nast realizó en 1863 su versión en cómic para el semanario «Harper’s Weekly» titulada «Merry Old Santa Claus» y publicada en 1881. Aquí es donde, por vez primera, explica Labarga, «el San Nicolás del cuento adquiere la fisonomía de Papá Noel: un viejo gordo y barbudo, mezcla de obispo y gnomo».

Es cierto que Coca-Cola encargó en 1931 al pintor Haddom Sundblom renovar la imagen de Papá Noel para usarla en la publicidad de su marca, convirtiéndose este diseño en uno de los más míticos del personaje navideño. Pero, dado que el dibujante Nast fue el primero en representar a Papá Noel en color rojo y blanco más de 50 años antes que la marca de bebidas, es erróneo afirmar que la célebre imagen actual de Papá Noel fuera creada por la marca de refrescos.

Los 3 Reyes Magos

Todos conocemos la historia de tres reyes magos y sabios, procedentes de Europa, Asia y África, que viajaron desde Oriente hasta Belén, siguiendo una estrella y portando tres obsequios para adorar a un recién nacido niño Jesús. Pero, en realidad, los Reyes Magos son unos de los personajes más enigmáticos de la Navidad por la falta de evidencias documentales sobre ellos.

Labarga precisa que el Evangelio no dice que fueran tres, ni reyes; solo «magos», en el sentido de «personas sabias«. Su número osciló entre los dos representados en las catacumbas de Roma y los doce de las tradiciones sirias y armenias, aunque «se fijó más o menos pronto en tres», en coincidencia con el número de ofrendas (interpretadas a su vez como símbolos): El oro, por ser Rey, el incienso por ser Dios y la mirra (utilizada para ungir los cadáveres) por ser hombre mortal.

En cuanto a sus nombres, no aparecen hasta el siglo VII y con la denominación de «Bithisarea, Melichior y Guthaspa«.

Pepe Rodríguez, periodista especializado en asuntos religiosos y profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona, también destaca que solo son mencionados en la Biblia por Mateo, quien les dedica «tres líneas» para decir que «eran varios magos, visitaron a Herodes y adoraron al niño Jesús ofreciéndole presentes».

Entonces, «¿cómo pasaron de magos a reyes? ¿Magos de qué? ¿Reyes por qué y de dónde?», enfatiza Rodríguez.

El profesor Labarga recuerda que el teólogo Tertuliano es el primero que los llama «reyes», en el siglo III, y lo relaciona con la lectura de un salmo con el siguiente versículo: «Los reyes de Tarsis y de las islas le ofrecen dones; los reyes de Arabia y Saba le traen regalos».

En esa misma época, uno de los padres de la Iglesia, Orígenes, fue el primero en establecer que, si eran tres los presentes, deberían ser tres también los reyes. Hasta entonces, se había especulado con el número: «Desde dos o cuatro, como aparecen representados en las catacumbas romanas, hasta seis, doce como los apóstoles, o sesenta como decía la Iglesia copta», afirma Rodríguez.

Hasta el siglo II, habían sido considerados magos en el sentido de sabios astrólogos y representados «con el gorro frigio de los sacerdotes del dios persa Mitra». Si Tertuliano les añadió la etiqueta de reyes fue por evitar el significado peyorativo que el concepto de «magia» había adquirido para la Iglesia, aclara el periodista.

El propio papa Benedicto XVI alimentó el debate en torno a la figura de los Magos de Oriente al señalar en su libro «La infancia de Jesús», publicado en 2012, que la antigua Tartessos (la actual Andalucía Occidental) era el lugar de origen de los mismos. Y, sobre todo, al recordar que en el Evangelio no se habla de buey y mula en el pesebre.

Sembró así la duda sobre qué figuras colocar en los belenes familiares, lo que obligó a pronunciarse al portavoz de la Conferencia Episcopal Española, Juan Antonio Martínez Camino. Según explicó entonces, San Francisco de Asís puso un buey y una mula cuando inventó el belén como símbolo de la alegoría expresada por el profeta Isaías: «El buey conoce a su amo y el asno el pesebre de su señora; en cambio, Israel no conoce a su señor». Al incluir a estos animales en el establo, el santo quería significar que el nuevo Israel (la Iglesia) «sí reconoce al Señor».

El rey Baltasar, ¿siempre fue negro?

Hace unos días, se difundió una supuesta felicitación navideña de Vox en Cádiz que mostraba la imagen de un Baltasar blanco, extraída de un banco de imágenes de internet. Igualmente, en numerosas obras de arte aparecen tres Reyes Magos blancos adorando a Jesús. Entonces, ¿Baltasar no ha sido siempre negro?

Lo cierto es que no fue negro -iconográficamente hablando- al menos hasta el final de la Edad Media. A partir del siglo XIV, según Lagarda, los tres magos sirvieron para representar la diversidad de los pueblos llamados a la fe: Melchor a Europa (un anciano de raza blanca), Gaspar a Asia (adulto de rasgos orientales) y Baltasar a África (joven y negro).

En el siglo XVI, añade Rodríguez, «las nuevas necesidades ecuménicas de la Iglesia católica llevaron a implantar un simbolismo inédito, identificando a los tres magos con los tres hijos de Noé -Sem, Cam y Jafet- que, según el Antiguo Testamento, representaban las tres partes del mundo y las tres razas humanas que lo poblaban».

Melchor, el anciano de cabello y barba canosa, pasó a simbolizar a los herederos de Jafet y a los europeos; Gaspar, rubio y lampiño, a los semitas de Asia, y Baltasar, negro y más joven, personificó a los hijos de Cam, los africanos.

Un texto de Beda el Venerable ya había descrito en el siglo VII a Baltasar como de tez morena, pero el peso de la tradición, que fijaba el origen de los magos en Persia, impidió que hasta finales del siglo XV nadie pudiese imaginar tan siquiera un cambio de raza para este rey.

Ni el 25 de diciembre ni el año cero

Otra de las falsas creencias sobre la Navidad es asumir que el nacimiento de Jesús ocurrió exactamente el 25 de diciembre del año cero.

El Evangelio no cita ningún día. Y tampoco pudo nacer en el año cero porque Herodes murió cuatro años antes. El profesor Labarga destaca que, al ser preciso contar con una fecha concreta para poder celebrar el acontecimiento, se asignó el 25 de diciembre con criterios simbólicos. Posiblemente porque era la fiesta pagana «del nacimiento del Sol invicto» y así se festejaba «la victoria de la luz sobre la oscuridad».

Además, es resultado de contar los nueve meses de gestación a partir del 25 de marzo -actual fiesta de la Anunciación-, en torno al equinoccio de primavera. El caso es que, hacia el siglo V, la fiesta del 25 de diciembre quedó «plenamente consolidada en toda la Iglesia Occidental, si bien en el Oriente todavía siguió celebrándose el 6 de enero por algún tiempo».

El profesor Rodríguez recuerda que los principales expertos actuales fechan el natalicio de Jesús entre el año 9 y el 5 a.C. y hay un gran consenso alrededor del 7 o 6 a.C. En cuanto al día y al mes, «hasta el siglo III, los cristianos sólo celebraban la Pascua de Resurrección y consideraban irrelevante el momento del nacimiento de Jesús».

En un principio, diversos teólogos intentaron encontrar una respuesta: «Basándose en textos de los Evangelios, propusieron datar el nacimiento en fechas tan distintas como el 6 y 10 de enero, el 25 de marzo, el 15 y 20 de abril, el 20 de mayo y algunas otras. El sabio Clemente de Alejandría postuló el día 25 de mayo».

Rodríguez sostiene que se eligió esta fecha cercana al solsticio de invierno porque coincidía con la del nacimiento del dios Mitra, venerado en el Imperio Romano, de quien se decía que había nacido en una cueva, hijo de una virgen, que era adorado por pastores, agricultores y reyes y que había muerto y resucitado.

· Fuente: EFE

 

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